viernes, 1 de octubre de 2010

Llovizna














Arrepentido de haber sido
de haberme dejado ser
tan solo en la caída
un fruto sin semilla
un ala sin voluntad
bajando
siempre con la vista
hacia el abismo
y las manos hacia el cielo
furibundo o melancólico
con las retinas hartas
de nubes pariendo tristeza
deshilachando paisajes
oscureciendo caminos
rechazando la alegría
asumiendo que soy
más que agua
el recuerdo de su tránsito
de su fatal destino
el prefacio de la lluvia
la invocación del desánimo…
pienso que tal vez
no existo
que solo voy de sombras
apagando los días
amortiguando las horas
anegando los minutos
restando tiempo a la vida,
inútil vuelo en picada
contra una tierra homicida
un recuerdo que no moja
que no seca
que no asila.


Y así,
renegando de lo que soy
voy cayendo de a tres sílabas
apenas visible
apenas sonora
ahora por ejemplo
por esta ciudad enferma
de cementos y de humos
que se escuda en paraguas y toldos
o ni siquiera
y va al trotecito entre umbrales
o ni siquiera
y apura el paso
o tan siquiera.
Y me usa, me aprovecha
para sacar las macetas al balcón,
para estrenar un felpudo
o peor aun,
para dolerse en mi presencia
como si yo tuviese algo que ver
con ese tiempo de los hombres
que cae y se precipita
y va gastándole la vida,
yo, que existí antes que él
y seguiré siendo
cuando él ya no exista
yo, que tuve que enredarme con la arcilla
para que él tuviera forma.

Como si yo existiera
solo ante sus ojos
o peor aun
dentro de ellos
que solo me ven como líneas
de anteojos gastados
rayando el paisaje,
que solo me oyen como estallidos
de insectos kamikazes
golpeando los cristales
que solo me nombran
cuando soy apenas
un rasguido sutil
en el sutil encordado
de un arpegio transparente.

No soy una idea que moja
Ni una melancolía que cae
Ni una tristeza que se arrastra.

Soy el ciclo del agua
la rompiente de mis nubes
la promesa del diluvio
el apodo de la lluvia.

Soy llovizna
La Llovizna.

No soy un producto utilitario
ni una idea
ni una emoción
ni siquiera soy el nombre,
el nombre que me han dado.
Soy fuera del hombre
antes, durante y después de él.
Mi linaje asciende del cielo
y si me mezclé con la tierra
y si Dios ha soplado entre sus dedos embarrados,
está bien que seas,
igual que yo,
que soy sin necesidad de que me nombres.

Llegará el día en que los hombres
mojen la tierra
y yo me siente a verlos caer
y tal vez me duela, sí,
pensando que son
pedazos de mi mismo
volviendo
soltándose del pasado
para venir a mojarme
a recordarme mejores tiempos,
tiempos en que fui
teóricamente
feliz,
pedazos de mi pasado
mostrándome la vida
que ya me pasó,
mis antiguos amores
con ese brillo hiriente
de recién inaugurados
de envoltorio de celofán
sin abrir
en los escaparates inalcanzables
detrás de la leve cortina de humo
que asciende desde mi cigarro.

Y así, seco
reseco detrás del cristal
veré caer a los hombres grises
rasguñando las paredes
desgarrándose contra la ventana.

Y de seguro pensaré que son
que apenas son
la caída
un retorno débil y sostenido
de pasadas felicidades
vueltas en penas
goteando
encharcando las veredas.

Una tristeza desbordando
con cada hombre que cae
de la comisura de mis ojos
repiqueteando en las veredas
en una queda protesta
repitiendo sus cuatro sílabas,
hu – contra la hoja de un árbol
ma – contra el poste de alumbrado
ni – contra el alero de la tienda
dad – de cara contra una baldosa.

Humaniza sobre el paisaje,
yo creo verla pasar meneándose
entre las gotas en tránsito
de prisa dentro de la carrera de la rutina
pero no es ella… aunque se parece tanto.

Humaniza sobre el paisaje
ruedan hombres por los brazos de los árboles
por la pendiente jaspeada de un parabrisas.
La Llovizna recuerda,
se duele, se lamenta en silencio
envejece de tabaco y cortado
en este café
su estanco vaivén del tiempo.

Humaniza dentro de La Llovizna,
llovizna dentro de los Hombres
y el día se expande
se extiende como una tristeza
sobre el colchón destartalado
de esta vida.

El único pronóstico posible
para sonreír siquiera
sería la amnesia,
pero nunca es total
y yo, que creo verla pasar
meneándose en el tránsito,
pero no es ella… aunque se parece tanto…

2 comentarios:

Patricia Angulo dijo...

¡Qué poema alucinante!

Me he visto en él como en un espejo de agua.

"soy
más que agua
el recuerdo de su tránsito
de su fatal destino"


"voy cayendo de a tres sílabas
apenas visible
apenas sonora"

y si sigo así te copio todo el poema, porque te leo y me veo entre tus versos caminando, pisando charquitos en esta ciudad enferma...

¡Cómo me ha gustado ese poema por favor!

No tengo tu mail a mano, te lo dejo dicho por acá, es mas venía a avisarte (lo siguiente) en tu otro blog, quería leer Esa extraña y presentar tu blog en Perras Negras, el programa de radio que hago los sábados, y cuando llegué, descubrí este otro blog y este poema y que se yo, me perdí!

Marcos, te estoy leyendo el sábado al aire, que te escuchen quiero difundir tus letras y se viene el nuevo ciclo del Club, para el domingo 10 de octubre, va a estar bueno, si querés venite!

Y si venís, porfis, leé este poemazo!

Un abrazo!

Marcos A. Rodriguez Alemany dijo...

Gracias Pato, me alegra que te haya gustado mi poema, que bueno que te hayas sentido identificada... Sería un honor que leyeras algún trabajo mio en Perras Negras y muchas gracias por la invitación. Un saludo!