martes, 16 de noviembre de 2010

Ceremonia en el fuego

Tomando unos mates
debajo de esta luna
que puede de un momento a otro
caerse
mientras salta entre las grietas
de este cielo de gravilla.

Lo que queda de una vaca está
asándose en la parrilla
como una idea crispante
sobre los candentes hierros del tiempo.

Cerquita de mis pies
mi perra busca  compañía
y la radio bajo el árbol
uncida al final de la correa
ladrando una música extraña.

Estamos la mesa, el mate,
las manchas ovilladas al pelaje doméstico,
el termo, las cigarras de la noche
esperando que la carne se haga comestible.
Flota el olor de la grasa que se quema
como un banco de niebla invisible
y la radio sigue mascullando en otro idioma.

Mientras sigo aquí
procurando la cocción de la comida
reinventando la ancestral y primitiva
ceremonia del fuego
pienso en los lugares en que estoy
ausente
uno en particular
esa reunión de poetas aquí
cerquita de la esquina de este mundo.

Me inunda el olor de la carne tramándose con el fuego
como si la parrilla estuviera amonestándome la ausencia
y hasta mi perra se ha ido a su cucha
como si supiera que ya no estoy acá
ahora, cebándome unos mates
sentado frente al fuego
que me palpa de llamas el rostro
que me brota en lo ojos fugados
ardiendo, rebotando en el silencio
como el péndulo de un reloj
en una casa vacía
y la radio sigue balbuciendo
su rítmica catarata de símbolos sonido
pero yo no la entiendo
y el que sorbe del mate
se para ver
en que anda el asado.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Zaino

Es apenas un susurro,
viene de lejos
de dentro de este mar
henchido en el pampero
recorriendo las distancias de este llano
Es un golpe que repite
los espacios intermedios del silencio.

La tormenta ya es pasado
ha dejado su silueta de humedad
sobre la tierra
y este viento
que corre a sus espaldas

Saltando los rieles alambrados
hundiendo sus huellas
en esta tierra florecida
al trote acompasado en el aroma de los cardos
viene hacia mi
Aunque yo no lo veo
se
que está viniendo

La tormenta se aleja
fugitiva en la noche
como un bandido
que dispara al aire
por sobre su hombro
y estos casco que me llegan
desde lejos
que me rozan las orejas
que cimbran el aire helado
como una lluvia de piedras.

Lo veo ahora
estamos frente a frente
bajo la nueva luz
de la vieja luna
Resopla
Corcovea
Relincha
Cabecea
y deja que mi mano
le acaricie el hocico

Nos vamos juntos,
de nuevo juntos
montando las horas que nos quedan
tras la mañana
que tal vez nunca llegue.

Y la noche que masca
su puñado de grillos
nos ve pasar a tranco lento.
A perdigones, el cielo
amaga unas estrellas
que vuelven a ocultarse.
Sale y se esconde la luna
entre los matorrales,
y asi nosotros,
andando bajo este cielo intermitente
rumbiamos pa el rancho
y
aunque no sepamos
a ciencia cierta
adonde nos queda
sentimos su llamado.
Vamos ovillando su vos de adobe
sus olores a leña
el comedero del negro
los negros rizos de la Elena
No vemos el techo
ni el árbol
ni el portón
pero están ahí
clavados en la noche
como estas estrellas parpadeantes
como esta luna que refleja
los ojos de mi china
la cuna de María
la cola sacudiéndose del Pinta
el potrero de mi zaino, bayo,
bajo la ardiente luz
de la querencia.

lunes, 8 de noviembre de 2010

La lámpara

I

Una única luz, pálido semblante,
ojos opacos en el rostro lívido,
el recinto congraciado en allegados,
amigos, familiares que lloran
en la inaudita confrontación de la muerte.
Una sola luz, pálida luna
calzada en su cojín a cielo abierto
se deja ver al centro para que podamos
creer que ya no la veremos,
unas manos de carbón
deslizan esa nube de cedro,
y clavan los truenos, la tapa.



II

Ojo inoportuno, grieta del horror
enciende el escenario sepulcrado en la penumbra
lámpara de pólvora que arroja
su luz roja a las paredes
susurro que devora la madera entre mis dedos
la oscuridad ante mis ojos
el aire en mis narices
Y yo que he despertado en este estado
tendido en la antesala de la muerte
bajo este cielo acolchado
rodeado por kilómetros de tierra
pronto a extinguirme como este fósforo.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Un niño

Está sentado en el cordón
frotándose las manos
acuñadas entre las piernas.
En sus ojos van acumulándose las nubes
como en un patio baldío los yuyos y las soledades.
Penden de esos ojos dos ojeras
que le jalan cuesta abajo de los párpados.
Resopla y un pamperito le sale de la boca
como primicia de la tormenta
como una sombra del cielo amoratado
en esta esquina de la tierra.

Es un niño pequeño el paisaje urbano
un niño que está sentado en el cordón
destemplado
en el silencio que va a romper
sus macanas de agua
contra la ciudad dormida
que va a lavar el paisaje incómodo
gris, indiferente
áspero en cementos y cristales.

Invisible
un niño
un niño pequeño
que estaba al borde del cordón
como del sueño
frotándose las manos
hambriento y solitario
como un zapato viejo sin cordones
como un abrigo sin botones
como un plato sucio sin comida
Un niño
solo un niño invisible
un paria
un perro sin collar
sin apellido
un niño al fin descansa
y cae
de la lluvia que se acuesta.

martes, 2 de noviembre de 2010

Estación Mal Tiempo


Perdí el último tren hacia el reencuentro.
A la vera del andén escucho caer mi enojo
contra las chapas del techo.
Agua que apila mi frustración en canaletas,
que moja las navajas de los rieles que siguen afilándose
con cada relámpago.
Agua que cae,
que blasfema,
que pica los durmientes.
El techo,
en esta mínima visera escandalosa
debajo de la cual y sin saberlo yo
sigo alimentando a la tormenta.
Como un viejo que da de comer a las palomas,
esas migas,
pedacitos de sí mismo.