Tomando unos mates
debajo de esta luna
que puede de un momento a otro
caerse
mientras salta entre las grietas
de este cielo de gravilla.
Lo que queda de una vaca está
asándose en la parrilla
como una idea crispante
sobre los candentes hierros del tiempo.
Cerquita de mis pies
mi perra busca compañía
y la radio bajo el árbol
uncida al final de la correa
ladrando una música extraña.
Estamos la mesa, el mate,
las manchas ovilladas al pelaje doméstico,
el termo, las cigarras de la noche
esperando que la carne se haga comestible.
Flota el olor de la grasa que se quema
como un banco de niebla invisible
y la radio sigue mascullando en otro idioma.
Mientras sigo aquí
procurando la cocción de la comida
reinventando la ancestral y primitiva
ceremonia del fuego
pienso en los lugares en que estoy
ausente
uno en particular
esa reunión de poetas aquí
cerquita de la esquina de este mundo.
Me inunda el olor de la carne tramándose con el fuego
como si la parrilla estuviera amonestándome la ausencia
y hasta mi perra se ha ido a su cucha
como si supiera que ya no estoy acá
ahora, cebándome unos mates
sentado frente al fuego
que me palpa de llamas el rostro
que me brota en lo ojos fugados
ardiendo, rebotando en el silencio
como el péndulo de un reloj
en una casa vacía
y la radio sigue balbuciendo
su rítmica catarata de símbolos sonido
pero yo no la entiendo
y el que sorbe del mate
se para ver
en que anda el asado.