viernes, 24 de septiembre de 2010

Llueve












Llueve como si el cielo y la tierra recordaran
todavía recordaran el tiempo en que eran uno
y tendieran como brazos los hilos de una sutura
y quisieran en abrazo volver
volver a ser lo mismo.

El cielo baja en sus nubes
la tierra se alza en torrentes y charcos.

Llueve entre los dos
y el alfarero está
develado en el relámpago
moldeando la figura.

Entre el cielo y el suelo
entre el agua y la tierra
nuestra materia prima
esa primera distancia
congraciada con sus manos
es esta,
tan solo esta melancolía del barro.

Y es esta tristeza cuando llueve
cuando el tiempo es de agua
cayendo desde una altura incierta
apilándose al rebalse
transcurriendo en distancia
entre dos que fueron uno
hilos,
la sutura imposible que nos reúne de nuevo.

Y el alfarero está
develado en un relámpago
modelando la figura,
esa soledad de lodo
a su imagen y semejanza.

Llueve y yo sigo aquí,
seco,
ahogándome en la penumbra
detrás de la ventana
sufriendo la distancia
pensando que tal vez,
mañana,
ya no la recuerde.

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