viernes, 8 de octubre de 2010

Ruidos















Necesitaba al verso
su cadencia y rima
la tranquila soledad
que lo templara.

Necesitaba la pausa
estar a solas con el mismo
sin más gárgaras cigarra
en el berrinche pendular
de aquellos autos.

Deseaba la paz que abraza al cuerpo
en el abrazo cerrado de la tierra,
al silencio empapado por la lluvia
que el silencio en silencio
rompe tímpanos.

Un silencio de cuna
eso quería.
una siesta en el campo
a campo abierto
y en cambio a la caída de un segundo
le sucedía otro intermitente
como una comezón llena de dientes
como una comparsa en un velorio
la ciudad crecía en el bochorno
de bocinas, de voces y de golpes.

Pensó en hacerse sordo, ciego, mudo
en suspender el oxígeno en tabaco,
en cavar a mano limpia en las baldosas
y procurarse un último refugio.

Pero la urbe no quiso liberarlo
y aunque el día en su luz
se iba extinguiendo
a la noche le fueron sucediendo
nuevos ruidos como mosca de recambio.

Habrá que desistir de la renuncia
y vivir entre el ripio de estos ruidos
tal vez envejecer cada minuto
planchando las arrugas del silencio.

Pensó en hacerse al mar y sin fronteras
boyar en la caricia de las olas
pero no encontró el camino hacia la costa
he iba entre los ruidos rebotando
como una piedrecita en la ladera
cada vez más pronunciada de las horas.

Así que se quedó como se queda
la curva del camino en su cansancio
doblado bajo el yunque de la urbe
que golpe a golpe lo iba martillando
hasta quedar bien a la forma que se espera
chatito como suela de sandalia
hueco como anillo
duro como piedra
callado como un escudo que aguarda
que solo aguarda
la próxima estocada.

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